“Las cruces de mayo es
una celebración festiva bastante extendida y generalizada en la órbita
cristiana, si bien adquiere gran diversidad en las formas en que se manifiesta,
siendo esa diversidad expresiva una de sus más valiosas características. En
general, podríamos definir este ritual festivo como un acto público de devoción
a la cruz, aunque las muestras de devoción varían: desde lugares donde la
celebración festiva incluye actos religiosos propios de la liturgia cristiana (misas
solemnes, rosarios, procesiones, etc.), a otros lugares donde sencillamente se
venera a la cruz ornamentándola no realizando ninguna otra práctica religiosa.
Asimismo, la vinculación con la
Iglesia de los organizadores y protagonistas de la fiesta varía
según se configuren en hermandades canónicamente erigidas con actuaciones más o
menos dependientes de sus sedes eclesiásticas, o bien sean grupos informales
creados para el ritual festivo con ninguno o escasos actos religiosos y,
consecuentemente, actuando con independencia de la Iglesia. Así pues,
aún cuando en principio consideremos las cruces de mayo un ritual festivo de
carácter religioso, las variaciones existentes nos hace matizar esa
interpretación y tener en cuenta sus posibles orígenes.
En todo caso, siempre
encontramos un elemento común en todas las fiestas: la presencia de la
"santa cruz" en la escena ritual, y siempre se trata de la cruz sin
la imagen de Cristo, nunca de un crucifijo. Este hecho enlaza con algunas
explicaciones que se han dado sobre sus orígenes. Según J. Caro Baroja, en
época precristiana estaba muy extendido el culto al árbol y fiestas en honor a
divinidades relacionadas con la exaltación de la naturaleza y las cosechas,
tales como la diosa romana Maia, de quien, para algunos, el mes adquiere su
nombre. Este parece ser el germen de dos prácticas rituales festivas. Una de
ellas es la colocación de un gran árbol, palo o mástil denominado
"mayo" en una plaza o lugar central público, decorado con cintas y flores,
en torno al que se baila, y utilizado a veces como cucaña y juego amatorio,
cuando los jóvenes entregan a sus enamoradas las prendas conseguidas al lograr
subir a lo más alto del palo. La otra práctica es el ceremonial de las
"mayas", muchachas elegidas por su belleza, ataviadas con
indumentaria exuberante en ocasiones entronada en un altar de manera
mayestática. M. García Fernández (2004: 32) cita un texto de Modesto Lafuente
de 1846, en el que se habla de las fiestas de las cruces en Madrid, haciendo
referencia a las "mayas" y censurando la proliferación de
"altarcillos improvisados, erigidos por profanas sacerdotisas". Con
la cristianización, se deduce que el árbol-mayo es sustituido por la cruz,
símbolo del cristianismo, al igual que la "maya" se aleja de consideraciones
paganas para ser una moza o reina que rende culto a la cruz.
La cruz como objeto de
devoción se remonta al supuesto hallazgo en el año 326 por santa Elena, madre
del emperador Constantino, de la "verdadera cruz" (vera cruz) en la
que fue crucificado Jesucristo. En el año 654, Recesvinto promulgaba la Lex romana visigothorum (que renovara Ervigio en 681), donde
ya se hace mención a la festividad de la cruz destacándola como una de las más
solemnes del año eclesiástico. Quizá el testimonio más antiguo que se conoce en
España lo encontramos en el Leccionario de Silos, fechado en torno al año 650,
donde se señala el dies
sanctae Crucis. El culto a la cruz fue difundido por los franciscanos en
Europa desde tiempos bajo medievales y dio lugar a la creación de rituales
específicos, al tiempo que surgieron hermandades de la vera cruz, que se
encuentran entre las más antiguas (Rodríguez Becerra 2004: 58). La fiesta
litúrgica de la "Invención de la santa Cruz" se ha celebrado en el
día de 3 de mayo, desde al menos el siglo VII que la fijara el Fuero juzgo, según la
tradición cristiana. Pero esta fiesta fue suprimida del calendario litúrgico en
la reforma llevada a cabo por Juan XXIII. En cambio, se mantiene la fiesta de
la "Exaltación de la santa Cruz" emplazada el 14 de septiembre,
mediante la que se conmemora la recuperación de la reliquia de la cruz por el
emperador Heraclio, tras el saqueo de Jerusalén por los persas a principios del
siglo VII; la iglesia católica aclama esta fiesta como la del "Triunfo de
la santa Cruz".
A pesar de su ausencia
en el calendario litúrgico, el día 3 de mayo se sigue celebrando en muchos
lugares como el "día de la cruz", haciéndose extensible a todo el
mes. El carácter popular y festero de las cruces de mayo contrasta con la
celebración más ceremonial, institucionalizada y puramente eclesiástica de
septiembre. En el mes de mayo, es el mismo pueblo quien mantiene y organiza
fiestas en torno a la cruz, cargadas de espontaneidad, entremezclando elementos
sagrados y profanos, y conservando sus connotaciones de exaltación de la
naturaleza, la floración, la renovación de la vida, la fertilidad y el amor. En
muchos casos, estas connotaciones fueron censuradas por la Iglesia que quedaba al
margen de los actos celebrados. La falta de control por las instituciones
religiosas y políticas, y el casi exclusivo protagonismo del pueblo ha
supuesto, entre otras cuestiones, dos consecuencias: las significativas
variaciones que se dan de unos lugares a otros, y la falta de documentación
sobre estas fiestas que en poco interesaba a la historiografía oficial, salvo
por la constancia de críticas e intentos de prohibiciones. Aún sin suficientes
datos históricos que acrediten sus orígenes y antigüedad, parece que la
celebración popular de la cruz de mayo, tal como hoy la conocemos, alcanzó su
máximo esplendor durante los siglos XVIII y XIX, aunque este vacío documental
haga plantearnos la posibilidad de que este ritual festivo existiera desde
antes. Difícilmente podemos constatar, también, sus posibles derivaciones de la
antigua veneración a la vera cruz y de las corporaciones piadosas y
penitenciales que entorno a ésta surgieron. Lo que está claro es que
constituyen dos formas de expresión de religiosidad distintas e incluso
opuestas: la cruz como símbolo penitencial y de muerte, es tratada como símbolo
de salvación y vida en las cruces de mayo.
Aún con dificultades
para determinar los orígenes en el tiempo de las cruces de mayo, en Andalucía
éstas sobresalen por ser una celebración festiva muy extendida por gran parte
del territorio andaluz, con destacados ejemplos tanto en pequeñas localidades
como en grandes enclaves urbanos: Lebrija, Córdoba, Granada, Puente Genil,
Añora, etc. Dependiendo del criterio que tomemos como referencia, podríamos
apuntar posibles tipologías tal y como señalan algunos autores que han tratado
estos rituales festivos (Rodríguez Becerra, Agudo Torrico). Si atendemos a los
modos de organización, podemos distinguir entre fiestas donde se acentúa el
carácter informal con especial protagonismo de las mujeres, y fiestas
articuladas entorno a hermandades y cofradías. También, en este sentido, se
distinguen las cruces de mayo protagonizadas por niños. Al tomar como
referencia los espacios donde se focaliza la celebración, podemos distinguir
entre las cruces que se instalan en estancias del interior de las casas y
patios, las cruces que se emplazan en espacios públicos como calles y plazas, y
las cruces ubicadas en capillas.
Pero si
las cruces de mayo han sido y son rituales festivos de larga trayectoria
histórica y de considerable presencia en el territorio español y andaluz, en el
caso de la provincia de Huelva adquieren una importancia particular, y esta
importancia deriva de múltiples razones: su generalidad, su amplia y abundante
extensión territorial, su singularidad, la riqueza de contenidos y elementos,
la tradición histórica, su popularidad y la relevancia de sus significados
simbólicos. Su interés alcanza el punto de ser consideradas un bien de carácter
etnológico de la provincia de Huelva y ser tenidas en cuenta para incluirse en
el Catálogo general del
patrimonio histórico andaluz. De hecho, en el año 2001, la delegación
provincial de Cultura de Huelva inició el proceso para proponer su inscripción,
un proceso que los avatares políticos lo han dejado estancado en el tiempo.
(Fuente: Rituales festivos y confrontación social. Cruces de mayo de la provincia de
Huelva, por Celeste Jiménez de Madariaga)
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